El encuentro

Un cuerpo que acariciar, unas manos que tocar, unos labios que besen con esa pasión de adolescente que solo allí se daba.  Que la lengua ruede por un cuello, unos senos, un ombligo y un sexo dulce, jugoso, deseable. Que haga que el corazón se acelere, se detenga y vuelva acelerar. Que la respiración se pare, se agite... Se calme.

Que la luz de la luna dibuje su silueta sobre su cuerpo, retorciéndose de placer, escuchar que susurra su nombre, mientras observa la acción desde el balcón, sujetado de sus hermosos senos.

Y de repente, esta allí, encima, en ese vaivén que ha hecho que toda la espera valga la pena, un vaivén artístico, suave, ligero... Que va acelerando el ritmo a son de una canción de fondo, que no escuchan, pero que sienten.

Y da vuelta a su cuerpo, te tiene de espaldas, con el mismo vaivén, que se va volviendo más violento con cada movimiento, que hace sudar sus cuerpos. Desde allí ve su espalda, su cintura, sus nalgas. No cree que haya mejor vista.
Y llega el momento cumbre... El cuerpo se tensa, los músculos se encogen, no respiran... 1, 2, 3, 4, 5 segundos... Y todo sale. Sale el milagro, lo divino, lo que querían... El de ella entre sus piernas y una sábana húmeda.... El de él entre su espalda y su humanidad.

A.J de la Cruz

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